Estadísticas conventuales

En este primer gráfico se observan las entradas de monjas agrupadas por intervalos de diez años, empezando por 1596. Podemos ver claramente que las décadas con mayor número de vocaciones fueron 1596–1605 y 1636–1645, ambas con picos muy significativos. Después de estos periodos de fuerte crecimiento, las entradas se estabilizan en cifras más moderadas, entre 5 y 10 monjas por década. Esto nos indica que el convento pasó de una fase inicial de expansión a una etapa de estabilidad en cuanto a incorporación de nuevas religiosas.

Aquí vemos un primer análisis sobre la información disponible de la naturaleza, es decir, del origen de las monjas. De las 183 religiosas registradas, en 103 casos no consta su lugar de origen, mientras que en 80 sí lo conocemos. Esto es importante, porque nos recuerda que estamos trabajando con documentación histórica incompleta, algo constante en los siglos XVII y XVIII.


Entre los casos donde sí sabemos el origen, se observa que la mayoría proceden de Vic (38,9%), seguida de Barcelona (27,8%). El resto de lugares representan porcentajes más pequeños y proceden sobre todo de municipios cercanos, como Olot, Moyà, Ripoll, Gurb o Roda. Este hecho confirma que el convento tenía una influencia principalmente local y comarcal, aunque también recibía monjas de zonas más amplias de Cataluña.

En este gráfico vemos la edad a la que las monjas emitían su profesión, es decir, el momento en que se comprometían definitivamente con la vida religiosa. La media encontrada es de 22 años, lo cual coincide con las prácticas de la época: la mayoría entran adolescentes y profesan entre los 18 y los 25 años. Sin embargo, también aparecen casos de mujeres que profesan con más de 40 o incluso más de 50 años, lo que puede indicar vocaciones tardías o situaciones vitales especiales, como viudedad o una búsqueda de estabilidad dentro del convento.

En este gráfico se muestra cuánto tiempo permanecieron profesas dentro del convento. La media es de 37,62 años, lo que indica que muchas monjas pasaban prácticamente toda su vida adulta dentro de la comunidad. Además, se observa un grupo considerable que supera los 50 años de vida religiosa, algo notable para la época.

Al dividir a las monjas entre quienes vivieron más años de vida religiosa que la media y quienes vivieron menos, vemos que 96 religiosas superaron la media, mientras que 76 quedaron por debajo. Este dato refuerza la idea de que un número importante de monjas disfrutó de una longevidad significativa dentro de la comunidad.
